Yo me sentia bien. No creo que tenia ningún sentimiento de culpa. No había sentido esa sensación de remordimiento nunca. Hacia lo que queria: Trabajaba de lo que me gustaba, tenia una novia que estaba buenísima y me queria, tenia un grupo de amigos muy fiel y una familia que me apoyaba en todas las cosas que proponía. Al menos eso creia yo hasta agosto.
Disfrutaba la vida, comia lo que tenia ganas. Total, iba al gimnasio 2 o 3 veces por semana. Algunos martes iba a jugar al futbol con mis amigos. Me podia dar el lujo de tomar alcohol los fines de semana. De comer un paquete de galletitas por dia. De no desayunar por la mañana o de aguantar hasta el almuerzo con una barra de cereal. Yo me sentia bien. Todo alrededor iba bien. Por que voy a sentirme mal en mi pantalon talle 38 que me quedaba ajustado. Es un poquito de panza, pensaba.
Nunca te das cuenta cuando es el limite. Cuando es el punto donde necesitas frenar por que la vida te esta arrasando. Y vos lo notas en cada mirada. La expresion de sus caras cuando te ven entrar al colectivo o a algún lugar publico. Y en ese momento empezas a replantearte: "No sere el yo el que esta mal" Y no lo sabes. Muchas veces senti que me juzgaban mas por ser gordo que por lo que realmente era en mi interior. Que triste no? Pensar que te juzguen por tu aspecto fisico y no por lo que expresas.
Yo creia que tenia todo, pero empece el cambio por que necesitaba salir de mi lugar de confort. Por que sabia que por cierta imposicion social estaba mal y por que me estaba perdiendo muchas cosas por eso. Queria demostrarles que esta vez, no seria como siempre. Dentro de dos lunes no iba a volver a mentirles con el famoso: "Deja, el proximo lunes empiezo la dieta". El proximo lunes voy a seguir lo que empece el anterior. No queria defraudarme. Sabia que este era el momento ideal para empezar el cambio.
Son las 19:00 horas del 29 de agosto. En buenos Aires es un dia de invierno donde no hay tanto frio. Me llega un mensaje al celular: "Hagamos una despedida". Me descoloco, yo estaba acostado pensando en absolutamente nada. Esos momentos donde todo parece cambiar repentinamente y tenes que reorganizar todo. En cierto punto, te genera una adrenalina distinta. Sin lugar a dudas, acepte la invitacion y sabia que la buscaria en la parada. Ella me propuso ir a Mc Donalds y de postre comer un cuarto de freddo. Yo accedi, por que sabia que era lo mejor que me iba a pasar.
Estaciono el auto en Scalabrini Ortiz y caminamos hasta Corrientes. Entramos y la gente no nos mira. Creo que no habia casi nadie alrededor. Estaban todos entretenidos con su hamburguesa, con su montaña de papa fritas. "Dos cuartos de libra por favor. Con la gaseosa grande"
No se me ocurre una mejor idea que decir estas palabras antes de empezar a comer: "Disfrutemoslo, que esto lo vamos a extrañar por mucho tiempo." Sabia que algo nuevo iba a empezar, que estabamos empezando a vivir de nuevo. El olor de esa hamburguesa, ciertamente irresistible, me hizo dar cuenta que ese era el final de esta parte de mi vida.